BRECHA DIGITAL EN PAÍSES DESARROLLADOS

El volumen masivo de llegada de nueva mano de obra, legal e ilegal, y el afán de ahorro, provoca que éstos terminen ubicándose, mayoritariamente en zonas capitalinas, en las que sinonimia calidad de vida, podredumbre y abandono social, provocando los llamados ghettos y haciendo, prácticamente imposible, cumplir uno de los principios en los que se sustenta la Ley de Educación en nuestro país.
La educación, como tal, tiene la obligación de disminuir, o al menos no acentuar o paliar estas desigualdades pero, ¿cómo puede llevar a cabo su labor de igualdad cuando la minoría del alumnado del centro educativo es meramente representante del país receptor? En los centros de enseñanza actuales nos encontramos con tres situaciones en cuanto a impartir en educación intercultural:
  • Centros en los que la mayoría de alumnado es del país de origen y la minoría provienen de varias culturas. Suelen ser centros de buenas zonas del entorno urbano y/o rural. 
  • Centros en los que la mayoría de alumnado de origen ya era considerado de una etnia en desigualdad social (gitana, en España), y en los que se integran masivamente alumnado de origen y/o familias extranjeras. Pertenecientes a suburbios urbanos y/o rurales que económicamente sea accesibles.
  • Centros en los que la mayoría de alumnado es de origen y/o familias extranjeras. Hablamos de los ghettos urbanos.
Ante esta situación, la sociedad de la información, prediseñada para países desarrollados, se encuentra con una nueva amenaza para su progreso en una sociedad multicultural. El escaso interés en la evolución de estas zonas marginales provoca la creación de microsociedades subdesarrolladas dentro del capitalismo. Podemos definir que, en la sociedad de la información conectadas a través de las tecnologías de la información y la comunicación, existen zonas sin conexión, ya que los avances tecnológicos no son capaces de insertarse en la marginalidad ya sea por factores económicos, educativos o sociales. Parece ser que la información acrecenta las desigualdades estableciendo una brecha digital, no solo entre regiones y países infopobres o inforricos, sino también dentro de un mismo país, región o ciudad.Actualmente, la Unión Europea maneja términos como exclusión o inclusión digital[1] para establecer medidas de actuación con las que solventar la brecha digital. En sus definiciones apreciamos un frío convencimiento en el poder de las TIC, garantizando la inclusión digital a aquellos que estuvieran en riesgo y, por tanto, su aceptación en la sociedad (¿de la información?).
Así, en wikipedia se expresa que la diferencia social que existe entre aquellas personas que saben utilizar las TIC y aquellas que no, no siempre es un problema de posibilidad de acceso e infraestructuras (servicio universal) o conocimientos previos (alfabetización digital), sino que en la mayoría de los casos es un problema de actitud personal en lo referido a las nuevas tecnologías. Es preciso un cambio cultural que implique a todas las personas sin importar su condición o rango de edad para poner a su alcance y de forma más intuitiva y “usable” lo que llega, ha llegado y llegará en un futuro en materia digital.


[1] “Consideramos que una persona está excluida digitalmente cuando se ve privada de acceder a las oportunidades y los derechos derivados del uso de las TIC o cuando no tiene capacitación para disfrutarlas”[…] Inclusión social sería ”el proceso que garantiza que aquellos que están en riesgo de exclusión social obtienen las oportunidades y los recursos necesarios para participar de manera plena en la vida económica, social y cultural y que pueden gozar de un estilo de vida que se considere normal en la sociedad en que viven”. Casacubierta, D. “La alfabetización digital en los medios de inclusión social”. Editorial UOC (2007:29,31)

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